ENTRELÍNEAS
Entre
Vivimos en un mundo marcado por la dualidad, por la polaridad, por la dialéctica, por la contradicción. Respirar es alternar inspiración y espiración, la una no se da sin la otra y cuando una de las dos cesa, expiramos. Nos despertamos cuando dejamos de dormir. Vivimos entre el día y la noche. La condición del artista es «estar entre», entre la realidad y la imaginación, entre su mundo propio y el que le rodea, entre los innumerables estímulos, situaciones, conversaciones, noticias, sucesos, experiencias… y su personal manera de procesarlas, de interiorizarlas, de hacerlas propias. Cuando eso sucede, pronto o tarde surge la necesidad imperiosa de expresar sus emociones, sus pensamientos, de compartir con los demás ese fuego que le quema las entrañas. Situación de tensión entre dos polos que deviene maldición cuando el conflicto pervive en el tiempo -la eternidad como tortura- o se intensifica en el espacio. Afortunadamente, esa corriente alterna también puede ser energía creadora que acaba por plasmarse en las obras plásticas.
Tiempo y espacio constituyen los parámetros fundamentales de la existencia, son las coordenadas constantes de la vida, la encrucijada compleja que confluye en el presente. El tiempo hecho espacio, el instante detenido, el ritmo meditativo, son indisociables del modo en que Carmen Baena (Benalúa de Guadix, Granada, 1967) afronta la escultura, el dibujo y ese bordado esencialmente pictórico. Desde hace años ha centrado su práctica artística en la presencia y la potencia del mármol blanco, en la delicadeza de la línea como proceso gráfico. Líneas que en sus últimas series han retornado (antropológicamente hablando) a ser hilos. Hilos bordados que discurren zigzagueantes sobre la superficie del papel o tela mientras reflejan mágicamente la luz o alimentan la inquietante oscuridad de las sombras.
La sombra es una huella fugaz, bien por el paso del tiempo solar, bien por el desplazamiento en el espacio del propio objeto, animal o persona. La sombra es una ficción provocada por un foco de luz (natural o artificial) y se sitúa entre el objeto que la arroja y el espacio donde se proyecta. Volviendo a ese entre con el que inicia el título de esta exposición, exterior e interior pueden ser correlatos espaciales del pasado y del futuro, cruces de caminos vividos o soñados que conviven en el mundo propio de la artista y en el presente hecho espacio de sus obras: esculturas, dibujos o pinturas.
Lo que define un lenguaje poético es que el qué (se escribe, se dibuja, se pinta, se esculpe…) es inseparable del cómo (se escribe, se dibuja, se pinta, se imprime…). Este último nunca es neutral ni inocente. Consciente o inconscientemente, activa o pasivamente, la obra no solo refleja la pericia técnica y proyecta matices de la personalidad de la autora, sino que también tiene vida propia y deja un amplio margen de libertad al espectador para analizar las obras, para leerlas, para interpretarlas, para dejarse llevar por ellas. Para los griegos, poiesis era el hacer creativo por excelencia, la verdadera construcción de la belleza.
Paisajes
El tema que articula las cuatro series que comprenden esta muestra es el paisaje, o mejor dicho, la relación profunda, íntima autobiográfica que la artista siente por la naturaleza, por la tierra en la que creció. Escultora de formación, en la serie “Áureo”, el mármol blanco y el pan de oro nos remiten a un universo personal donde la pureza y la eternidad parecen darse la mano cómplicemente. No debemos olvidar que el blanco es la suma de todos los colores luz, totalidad casi inmaterial. En cuanto al oro, su verdadero valor reside en su dimensión intemporal, no se corrompe, es eterno.
En las tres series restantes: Susurros entre líneas, Horizontes en círculo y Jardín vertical el hilo se convierte en el protagonista indiscutible. Bordado sobre papel o sobre lienzo, miles de metros recorren las distintas superficies que ofrecen un abanico impresionante de variaciones cromáticas y lumínicas. La repetición de un breve gesto es capaz de articular un juego infinito de diferencias que conjuran cualquier interpretación mecánica. Al igual que en la poesía, tan importante como las líneas escritas son los interlineados que el lector terminará de reescribir mentalmente. En las piezas de Carmen Baena, estos hilos bordados dejan numerosos vacíos que nos invitan a disfrutar y completar no solo con nuestro movimiento, sino con la participación activa de nuestra imaginación.
El concepto de paisaje aparece asociado al de territorio geográfico y, en no menor medida, al de punto de vista, para disfrutar de un buen paisaje hay que estar situado en un determinado lugar y es de la feliz conjunción de ambos factores cuando surge su sentido pleno. Desde esta doble perspectiva, parece especialmente pertinente enfatizar un hecho incuestionable desde el advenimiento de la abstracción a principios del siglo pasado: no solo es posible mirar afuera desde dentro, sino que los demás pueden ver la realidad que el artista construye sin referencias figurativas.
Este simple hecho supuso una auténtica revolución que ha condicionado no tanto nuestra aproximación al paisaje natural, sino prácticamente a cualquier acto que realizamos cotidianamente. Cotidianidad que suele estar condicionada por la rutina, la repetición mecánica, por la falta de toma de conciencia sobre lo que hacemos y dejamos de hacer… pero que puede verse radicalmente distinta cuando nos la muestran con otros ojos.
Precisamente la capacidad de transformación de nuestra mirada (ver es conocer) hacia aquello que nos rodea ha sido una sempiterna cualidad del artista, del poeta. Entrelíneas es una interesante aproximación a la increíble capacidad que tienen las artes visuales, para hacernos disfrutar y reflexionar sobre el amplio abanico de posibilidades que nos ofrecen cuando abrimos la puerta de la imaginación y vemos aquello que nos rodea adoptando la posición extra-ordinaria del artista.
Líneas/hilos
Dicen algunos que las líneas no existen en la naturaleza, que son una invención humana para fijar bidimensionalmente las tres dimensiones de aquello que nos rodea, para aprehender conceptualmente los volúmenes y construir nuestras limitadas concepciones de la complejidad. Hoy parece que todas las líneas han dejado de ser claras y sencillas para tornarse redes, marañas, madejas, contextos más o menos indescifrables. El concepto de linealidad de la historia explotó hecho añicos con las bombas atómicas de Iroshima y Nagasaki. Hasta las líneas fronterizas, siempre interesadamente artificiosas, no dejan de ser inagotable fuente de conflictos. Lo que nadie podrá discutir es la realidad material de esos hilos que, contraviniendo la ortogonalidad de la trama y la urdimbre entretejen una poética compleja en su sencillez, evocadora de vivencias tan individuales como universales.
Precisamente, las experiencias vividas y las reflexiones pensadas, sentidas, interiorizadas han sido el caldo de cultivo del que surgen el conjunto de obras que componen estas últimas series: Susurros entre líneas, Horizontes en círculo y Jardín vertical. Como un correlato gráfico del vuelo del avión que traza blancas y evanescentes paralelas sobre la bóveda celeste, las líneas de hilo blanco, dorado, verde, negro… han pasado a ocupar el protagonismo esencial de su quehacer plástico. Líneas que se replican vertiginosas, sin cesar, se tensan, concentran y expanden en un juego constante de conformación de un espacio singular de profundas raíces autobiográficas y simbólicas…. Resulta especialmente complicado, y seguramente estéril, tratar de establecer un único hilo discursivo, unívoco, unidireccional. Antes por el contrario, conviene desplazar sin complejos y sin ataduras nuestra visión -a buen seguro entre fascinada e hipnotizada- y seguir el juego apasionante de hilos bordados bellamente entrelazados, de trazos orgánicos y organizados que nos conducirán por superficies profundas de cielos y jardines, por laberintos ópticos y composiciones líricas, por campos soñados de arquetipos lejanos, por simetrías especulares de azogues oscuros e impenetrables.
Líneas envolventes que surcan el aire y los sueños, las aguas y las pesadillas, los montes en los que resuena el eco de cuevas ocupadas desde los albores de los tiempos. Hilos que se repiten como sonidos de arenas movedizas, hilos que se entretejen con la pericia exquisita de quien domina la técnica más allá de las herramientas, del tamaño, de las horas. Hay mucho de ritual en estos espacios poblados de recursos, de soluciones, de claves interpretativas, de gestos hechos huella, de energía en movimiento que nos conmueve con su vibrante contraste de hilos brillantes y sombras titilantes como noches estrelladas. Aires de libertad, que fluyen entre los blancos del mármol y los espacios vacíos que modulan esas líneas infinitas en una sorprendente escala de tonos. El blanco de la pureza, de la espiritualidad, el oro de la eternidad omnipotente, el ocre del trigo maduro, el verde de la primavera, el azul de la noche… animan unas composiciones de extraordinaria y compleja sencillez. Totalidad infinita de horizontes esféricos en los que vislumbramos el reflejo vibrante de la luz del sol o de los campos de su infancia.
Juan Bautista Peiró
Universitat Politècnica de València